Actividad 2: Textos folclóricos


Textos folclóricos

Presenciar un buen relato de una historia es algo mágico que nos transporta a lugares nuevos, aventuras desconocidas y nos permite disfrutar lejos de las pantallas y la tecnología por un rato.

Esta actividad trata los cuentos folclóricos para trabajar con niños. Para entender un poco mejor la experiencia vemos pertinente introducir de forma correcta los relatos de este género. Son historias que en origen no van destinadas a niños y niñas o con una finalidad didáctica. Antiguamente era una forma de entretenimiento, sobre todo, para adultos. Hoy en día parece una locura y muchos de nuestros estudiantes se echarán las manos a la cabeza al saber que, en aquella época, no tan lejana por cierto, no existían las tecnologías y el entretenimiento se basaba en otras actividades. Por este motivo es tan valioso el regalo de contar una historia de este estilo como se debe (poniendo voces a los personajes, acompañando a la historia con nuestros gestos, etc) y es algo que todos podemos disfrutar independientemente de la edad.  Se transmitían de forma oral de unos a otros, ya que muy poca gente sabía leer y escribir. Éste es uno de los motivos por el que cada una de las historias folclóricas puede tener tantas versiones como gente que las cuenta. El objetivo era el mismo que el del cine hoy en día podríamos decir. Nos trasportaba a situaciones con personajes de los que podíamos aprender y a los que desearíamos parecernos.

Por esta razón, Los niños y niñas no deberían sentirse identificados o identificadas con los personajes, más bien deberían aspirar a parecerse, cuando crezcan, a los personajes de estas historias.

Como viene siendo la tónica habitual de la asignatura, nuestro principal objetivo no puede ser otro que el de acercar a nuestros alumnos y alumnas a la literatura y dotarles de herramientas para que puedan disfrutar y enriquecerse de ella.

Dicho esto, los niños y niñas a los que les contemos un cuento folclórico no deberían leer o realizar actividades acerca de la historia que leemos, para eso tenemos otros materiales. Cuando contemos un cuento a nuestros alumnos y alumnas, para hacerlo de la forma más bonita posible y engancharles con la historia, deberemos hacerlo a ser posible, de memoria y como hemos dicho anteriormente dando vida a los personajes y las acciones de nuestro relato.

Dicho esto, presentamos tres cuentos folclóricos que hemos elegido para contar a nuestros alumnos y alumnas. En cada uno de los textos adjuntaremos el link del que hemos extraído nuestra historia, aunque esperemos no varíe mucho, no será idéntica. Como hemos dicho antes, la magia de esta literatura es introducir la personalidad de cada uno al contarla a los demás. Además, después de cada lectura del cuento será enriquecedor para todos hacer un pequeño fórum de impresiones y sensaciones que hemos vivido con la historia. Como educadores tenemos que mantener activa la tertulia para que sea enriquecedor y plantearemos también preguntas para reflexionar y compartir con nuestros compañeros y compañeras.

  • La esmeralda encantada


Hace muchos años, había un niño que solía jugar debajo de un gran pino cercano a su casa.
Después de llover, alrededor del árbol crecían muchos hongos formando un círculo que rodeaba al árbol. Un grupo de gnomos los usaban para sentarse. Estos pequeños seres, que no levantaban un palmo del suelo eran capaces de hacer cosas maravillosas. Al poco tiempo de conocerse, el muchacho y los gnomos ya eran grandes amigos.
Francisco, que así se llamaba el niño, mantenía en secreto su amistad con estos gnomos porque la gente no suele creer en estas criaturas, pero se lo pasaba genial cada vez que estaba con ellos.
Al llegar el invierno, el padre de Francisco decidió hacer leña este pino. Francisco le pidió que no cortara ese árbol, que le gustaba mucho jugar cerca de ese árbol con sus amigos. Su padre accedió a la petición de Francisco con la condición de que se ocupara de traer leña a casa durante todo el invierno.
El chico pasó todo el invierno juntando leña por toda su comarca para cumplir la promesa que hizo a su padre, y así salvar el pino. Su padre por su parte, cumplió la promesa de no talar el pino porque no necesitaban más leña de la que Francisco traía.
Tras el largo invierno llegó la primavera. Los gnomos se enteraron de lo que Francisco había hecho para salvar su viejo árbol y decidieron recompensarlo regalándole una cadena de oro con una gran esmeralda.
Esta piedra -le dijeron- tiene poderes mágicos que te darán toda la felicidad. Mientras la lleves en el cuello serás amado, conseguirás para ti todo lo que quieras y llegarás a ser inmensamente rico. Para el resto de los hombres sólo será una piedra; muy valiosa, pero sin esos poderes.
Muy pronto Francisco comprobó la verdad de esas palabras: tenía cuanto deseaba sin demasiado esfuerzo, aunque como no pretendía grandes riquezas, poco uso le daba a su esmeralda encantada.
Ese verano hubo una gran sequía se perdieron todas las cosechas y los habitantes y animales de su comarca comenzaron a pasar hambre.
Francisco intentó solucionar esta situación con la esmeralda, pero los poderes de aquella piedra solo actuaban en su beneficio, no podría ayudar a sus vecinos.
De modo que un día, decidió marcharse a la ciudad más cercana para vender la piedra encantada que sus amigos los gnomos le habían regalado. Le dieron una verdadera fortuna que le sirvió para llevar a su comarca una enorme carreta cargada de alimentos, ropas y grano para los animales. Como Francisco no quería que nadie se enterase que había sido él quien había realizado un gesto tan altruista, lo fue dejando frente a las casas durante la noche para que no lo vieran.
A la mañana siguiente todos encontraron los grandes paquetes frente a sus puertas y fue como un día de reyes. Hubo alegría y alivio, aunque nadie sabía a quién darle las gracias.
Todos estaban contentos festejándolo menos Francisco, que estaba preocupado porque tendría que confesar a sus amigos, los gnomos, que había vendido la gema encantada que le regalaron.
Les contó lo ocurrido con un poco de miedo, pensando que se enojarían. Pero los gnomos comprendieron que Francisco no necesitaba una piedra encantada para ser feliz, le bastaba con su propia bondad. Por eso le hicieron otro regalo para que llevara colgado al cuello; le dieron un humilde pañuelo, ajustado con un pequeño anillo, echo con un hueso.
Ese pañuelo le recordaría siempre que de nada valen las riquezas ni la propia felicidad cuando no se pueden compartir, que lo que se consigue sin esfuerzo carece de verdadero valor y que no hay felicidad más grande, que dar felicidad.


- ¿Qué habríais hecho vosotros si alguien quisiera talar un árbol tan importante para vosotros como lo era para Francisco?

- ¿Qué os parece lo que hizo Francisco con la esmeralda encantada que le regalaron los gnomos? ¿Habríais hecho lo mismo?

- Si fueseis los gnomos, ¿cómo os habríais sentido al enteraros que Francisco hizo lo que hizo?

- ¿Qué otras cosas le regalaríais a Francisco?

- ¿Cómo terminaríais vosotros la historia?

  • El cuento de las dos vasijas


Hace no mucho tiempo, vivía en la India un hombre que no tenía mucho. Lo cierto es que solo tenía dos grandes vasijas con las que se dedicaba a ser aguador. Las colgaba en los extremos de un palo y las transportaba sobre sus hombros a lo largo de las casas de su región. Una de las vasijas tenia grietas por las que se escapaba el agua y al llegar al final del camino sólo conservaba la mitad del agua. En cambio, la otra vasija estaba en perfectas condiciones. Cada día le ocurría lo mismo, llegaba a su destino con la mitad de agua en la vasija agrietada. La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de transportar siempre el agua sin derramar ni una sola gota. Por el contrario, la vasija agrietada se sentía muy avergonzada por no poder realizar bien su trabajo y perder la mitad del agua por el camino. De modo que tras dos años le dijo al aguador:
-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.
El aguador le contestó:
-Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.
Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose triste porque al final sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua.
El aguador le dijo entonces:
-¿Te has dado cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza.
Todos somos vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.

- ¿Alguna vez os habéis sentido como alguna de las dos vasijas?

- ¿Cómo os parece la respuesta que le da el hombre a la vasija agrietada?

-Si fuerais el aguador, ¿Cómo habríais actuado?

- ¿Creéis que alguna de las dos vasijas es mejor que la otra?
- ¿Qué os parecen los sentimientos que tiene cada una de las vasijas?
  • Odal- cuento tradicional danés

Hace algún tiempo, en Dinamarca, vivió un hombre que tuvo dos hijos antes de perder a su esposa por una enfermedad. Al ser demasiado anciano para buscar una nueva compañera, sacó adelante a sus dos hijos y los educó de la mejor forma que supo.

El más joven de los hermanos era tranquilo y valoraba lo poco que tenía. El mayor creció con un carácter arisco y no pensaba más que en sí mismo.

Un día, el padre se sintió terriblemente fatigado y, comprendiendo que su  tiempo se terminaba, decidió reunir a sus dos hijos para dejar arreglada con ellos su herencia: un puñado de plata y su humilde granja.

Por tradición, el hijo mayor obtendría las tierras, pero el anciano hombre veía con preocupación cómo el muchacho gastaba todo cuanto caía en sus manos y no intentaba mantener la granja que le había que le había mantenido durante toda su vida. En cambio, el menor, se esforzaba para labrar la tierra con mucho sudor y esfuerzo para garantizar un sustento para su padre y hermano. De esta forma, el anciano entendió que la tradición no siempre debía mantenerse pues se preocupaba por el bienestar del futuro de sus hijos y le entristecía la idea de que su granja, que tanto le había costado levantar, se perdiese.

Reunió a sus dos hijos en la mesa y tras un gran festín, les invitó a salir al porche de la casa. Una vez allí, metió su mano en un bolsillo y sacó una bolsa de tela que sonaba a cascabeles y preguntó a su hijo mayor:

- Entre la bolsa con plata y la tierra de la granja, ¿qué consideras que tiene más valor?

El muchacho se echó a reír y respondió con chulería que obviamente la plata era más valiosa, que aquel terreno no valía nada y que obviamente sólo servía para venderlo y sacar con él un mal puñado de plata.

El padre frunció el ceño, pero no respondió nada y repitió la misma pregunta al hijo menor. El muchacho miró la bolsa en manos de su padre y después la pequeña parcela de tierra. No era gran cosa, pero siempre daba su buen fruto si se la labraba con esmero así que respondió:

- El valor de la plata no es siempre el mismo, cambia en función de las guerras o la fama de los reyes. En manos de un hombre sensato puede hacer grandes cosas, pero en manos de un necio no durará más allá de un par de noches. Sin embargo, la tierra mantiene un valor constante. No es la tierra en sí la que encierra el valor, sino que este depende de la mano que la siembra y el cariño con que se la trate.

Al padre le parecieron muy sensatas las palabras del joven, y decretó que éste sería el heredero y al hermano mayor le tendió una bolsa con la plata. Este último se marchó rechistando, pensando que su padre le había hecho un desprecio al no dejarle la granja por herencia, pero con la bolsa de plata picada en su mano pronto se olvidó de ello.

Tras la muerte del padre tal y como el hermano menor había predicho, la plata en manos del necio no duró mucho. El hermano mayor tuvo entonces que regresar junto con su hermano menor, que con paciencia y tesón, ahora tenía no sólo una buena granja con un par de vacas y un puñado de jornaleros, sino que también tenía una bella esposa y el apoyo del clan vecino con el que se había unido por lazos del matrimonio.

Así que el joven egoísta, no tuvo más  remedio que trabajar como un simple jornalero durante un buen tiempo, hasta que el joven matrimonio consideró que había aprendido la lección y le permitieron compartir el trabajo y el beneficio de la granja.

- ¿A qué le daríais más valor si os ofrecieran lo mismo que el anciano a sus hijos?

- ¿Cuál de los dos hermanos creéis que es el más inteligente?

- ¿Cómo creéis que actuó el hermano menor al hacer que el mayor antes de beneficiarse de la granja trabajase para aprender la lección?

WEBGRAFÍA








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